El poder enceguece la razón, corrompiendo de
esta manera el alma y el corazón, lo triste es que después de un ejercicio de
poder abusivo o absoluto los actores principales terminan sus días sin pena ni
gloria, eso si, con serias consecuencias políticas, económicas y sociales para
con sus pueblos, esto es una sentencia histórica, vasta con revisar datos de regímenes
que optaron por un ejercicio arbitrario de poder para darnos cuenta que estos
trajeron consigo escaladas grandes de violencia y pobreza.
Las leyes y normas justamente están para
frenar cualquier intento de abuso en el ejercicio del poder, lastimosamente
cuando su ejercicio es hegemónico la norma
legal es modificada a placer para
que termine siendo un instrumento más al servicio de los que ostentan el poder, desvirtuando así su
naturaleza, el absolutismo como forma de administración estatal viene siendo el
viejo amigo de la pobreza y desigualdad, es la vieja tentación a la cual
lastimosamente el ser humano sigue tropezando para mal de nuestra ya golpeada
humanidad.
El abuso del poder y la ambición desmedida de quien temporalmente lo posee no es para
nada un fenómeno nuevo, desde los inicios mismos de la sociedad vemos como han
ido pasando uno tras otro varios regímenes hegemónicos, algunos por vía
democrática y otros por la vía armada, en ambos casos los únicos aportes a la
historia y a la humanidad fueron sangre y pobreza.
Cuando un régimen trata de avasallar todos
los órganos estatales, aunque este goce de cierto respaldo popular no puede
llamarse a si mismo un gobierno democrático, ya que la democracia exige pluralidad,
mientras que el abuso de poder requiere hegemonía, un síntoma inequívoco de una
política totalitaria es la falsa idea de tener para si toda la verdad, es decir
que todas sus acciones y actos tienen legitimidad absoluta por ser estos dueños
únicos de esta, justamente de ahí nace todo el absolutismo y la arrogancia característica
del totalitarismo, solo reconocen “su verdad” sin darse cuenta que la
única verdad solo puede ser revelada por Dios,
nosotros, los seres humanos, solo llegamos a la verdad plena justamente
a través de EL, de ahí nace el empeño de
los que ejercen el poder hegemónico de tratar de eliminar toda visión de Fe que enseñe justamente esto,
ya que la historia a demostrado claramente que el verdadero opio del pueblo no
es la Fe, sino el populismo hegemónico.
El ejercicio del poder en si mismo no es
malo, ya que ninguna administración de gobierno podría llevar a cabo sus
políticas publicas y económicas sin una adecuada utilización del poder
administrativo, coactivo y coercitivo, lo que ocurre es que la tentación
del absolutismo populista primero se manifiesta como una simple idea, la misma
que poco a poco va ganando terreno para luego tratar de llevarla a cabo, lo
triste de esto es que siempre los sueños de hegemonía y de eternidad humana se
van truncando con el paso del tiempo, vanas son las ambiciones de poder eterno
debido a que este es simplemente pasajero, trayendo consigo solo pobreza,
muerte y soledad.
El ser humano por definición no es eterno y
solo podrá alcanzar la trascendencia y la eternidad a través de Dios y no por
esfuerzos propios ya que estos siempre terminan siendo ineficaces y
perecederos, el totalitarismo, la hegemonía, el abuso, la arrogancia, el
populismo, son solo un puñado de tentaciones que van ligadas al uso del poder,
lastimosamente este siempre tratara de enceguecer al que lo ostenta, para de
esta manera envilecerlo y utilizarlo como una simple marioneta.
El poder es efímero y temporal, creer que
este es eterno es simple arrogancia y vanidad.
Marcelo Miranda Loayza