ENTRE LA FE Y LA RAZÓN

¿Hasta dónde debe ir la voluntad de diálogo?, ¿hasta dónde debemos aguantar abusos, delitos y amenazas en aras de la paz y el entendimiento? ¿Es necesario sacrificar valores éticos (que deberían ser innegociables) solo para “pacificar” el país? Todas estas preguntas están hoy sobre el tapete. Para la mayoría de los políticos el “diálogo” es la llave para la obtención de poder, es decir, su actitud timorata y pusilánime tiene un trasfondo de cálculo político, donde el no arriesgar nada es sinónimo de buen actuar, esto con el fin de quedar como “pacifista” ante la opinión pública. El Papa Francisco señalaba en su Homilía en Santa Marta el 25 de noviembre de 2016: “El diablo es un mentiroso, es el padre de la mentira, es un estafador, Jesús nos enseña a no dialogar nunca con el diablo. Con el diablo no se dialoga”, es decir, con el mal no se dialoga, no se transa ni se pacta, pero pese a ello nuestros actores políticos una y otra vez prefieren acercarse al mal para transar con él a camb

Largas parecieran las horas, los días se hacen eternos, pero a pesar de todo ello existe la extraña sensación de que el año recién comienza, siendo que estamos a escasos cuatro meses de su culminación, la pandemia definitivamente nos ha cambiado la percepción de tiempo y espacio, las prioridades han cambiado y los sueños, en mucho de los casos, quedaron pendientes, pues lo inmediato y necesario ocupa la mayor cantidad de nuestro tiempo. El tiempo no cede ante el dolor, solo pasa y seguirá pasando, por ello si dejamos  de soñar también dejaríamos de vivir, se dejásemos de pensar también dejaríamos de crear y si dejásemos de cantar ya no podríamos caminar, por ende un día sin esperanza es un día perdido,  si al llegar la noche solo existiera soledad y tristeza Dios simplemente no tendría sentido, si pensamos que la vida solo nos ofrece fracasos y caídas Dios no tendría cabida,  ¿acaso la noche no es el precioso preludio de un bello amanecer?, si  no existiera la esperanza, la humanidad