Martín Heidegger decía: "“El ser humano habla. Hablamos en la vigilia y en el sueño. Hablamos sin parar, incluso cuando no pronunciamos ninguna palabra". Por lo expuesto, el lenguaje es característica exclusiva del hombre. No existe otra criatura capaz de hilvanar infinidad de palabras para dar sentido a sus ideas, pensamientos y sentimientos. La evolución y la hermosura del lenguaje fluctúan con el tiempo, a veces llega a niveles inimaginables de belleza, en otras ocasiones se estanca y esconde detrás de lo políticamente correcto. Noam Chomsky señala que existen dos tipos de lenguaje: uno interno (lenguaje propio) y otro externo (influencia externa). Yo añadiría la existencia de un lenguaje impuesto, es decir, un lenguaje pre diseñado el cual no requiere su racionalización, simplemente su mera repetición. Entonces, cabe la pregunta: ¿el uso del lenguaje impuesto requiere de la racionalización de las palabras? Ciertamente, no. Basta su memorización y posterior repetició
Pajpaku es un término utilizado en Bolivia para describir a vendedores ambulantes quienes, al ofrecer sus productos prometen, milagros y curas asombrosas, remedios que sirven para todo, relojes Rolex de 5 dólares, etc. Poseedores de un ágil verso, el cual lo utilizan para convencer a sus compradores, son rehaceos a cualquier pregunta y evitan el debate inteligente; básicamente son personas que, esgrimiendo su buen carisma, van ofreciendo gato por liebre a sus incautos clientes. Bolivia, en los últimos tiempos, viene vivenciando una especie de filosofía del pajpaku oficialista. No son pocos los funcionarios públicos de todos los niveles que tratan de dar bases teóricas -sacadas de los pelos- a las constantes metidas de pata del gobierno del Movimiento al Socialismo; teorizan la improvisación, el fraude, el descontento popular y la mala administración de gobierno; sin embargo, como hábiles pajpakus van cambiando la realidad con la verborrea tradicional de estos personajes. En este sen