LA CONEXIÓN DESCONECTADA, LA FALACIA DE LA ALDEA GLOBAL
El filósofo y sociólogo canadiense Marshall McLuhan, sostenía de manera errónea que a raíz de la hipercomunicación inmediata y viral el ser humano comenzaba a vivir en una especie de "aldea global" en la cual se se comenzaban a generar lazos de solidaridad , crecimiento económico y aceptación social. A raíz de los atentados a las torres gemelas, el 11 de septiembre de 2001, ya se palpó, indefectiblemente, cómo los medios de comunicación alternativos tejieron redes de comunicación inmediata en torno a dicho suceso, acortando distancias a un solo "click".
Si bien existe una hípercomunicación -que en muchos casos llega a ser agobiante-, el concepto de "aldea globalizada" no cuadra con una de las características más importantes del ser humano, su identidad y su individualidad. La avalancha comunicacional que emerge de las redes sociales, aún cuando imponga tendencia, no genera cultura, y la cultura es parte esencial de la identidad social. El progresismo ha utilizado, de manera abusiva, la idea de la hiperconectividad y de aldea globalizada para tratar de imponer una sola forma de pensar, de vivir y de educar. Se quiere "estandarizar" el pensamiento para imponer ideologías "seriales" que solo requieren repetición y no racionalización; queda mellada, de esta manera, la individualidad personal y social. Resumiendo, se eliminan culturas y se imponen ideologías.
El ser humano necesita sentirse identificado con su cultura y su idiosincrasia, pues esto le genera el anclaje necesario para conocer sus raíces y a la vez visualizar sus proyecciones para construir su pensamiento, personalidad y también cimentar su Fe. El tratar de estandarizar la cultura, la educación y la economía no es sinónimo de hiperconectividad, es sinónimo de imposición y control. La hípercomunicación no depende de los "aldeanos globales", depende de unos pocos, los mismos que imponen lo que es "viralizable" y lo que es "aceptable"; ambos parámetros son estandarizados con un alto tinte ideológico progresista. De este modo, la conexión global queda desconectada, por tanto es ilusorio sostener la idea de "aldea global"; en todo caso, la hiperconectividad nos deja un aire denso a panóptico, donde todos pueden llegar a desenvolverse, pero bajo una estricta vigilancia para no salirse de los parámetros señalados. La idea es básica: todo lo diferente que pueda ser vendible es aceptado, y todo aquel que piense y razone, es silenciado.
La hípercomunicación remplaza de esta forma al diálogo. El "yo - tu" y el "yo - ellos" como forma de diálogo enunciado por el filósofo alemán, Martín Buber, ya no tiene cabida dentro del concepto de "aldea global". Ahora prima el "yo - yo" en la comunicación social individual, la cual se basa, íntegramente, en la construcción de una imagen falseada y hedonista del "yo", relativizando valores y principios, pues la exaltación del "yo" no admite contradicciones ni objeciones. De igual manera, la comunicación del "nosotros - yo", para llegar a obtener una validación social, impone tendencias ideológicas disfrazadas de “derechos humanos”; mermando así la individualidad, pues al estandarizar pensamientos y principios queda automáticamente excluida la individualidad como manifestación personal y el uso de la razón como manifestación intelectual.
Entonces ¿vivimos realmente en una aldea global? La respuesta es un rotundo no. En todo , el progresismo cultural nos viene imponiendo una especie de panóptico virtual, donde el uso de la razón y la vivencia de principios y valores son condenables y hasta sancionables. Si bien todos podemos llegar a estar conectados mediante redes comunicacionales, no significa que esta conexión sea una comunicación verdadera, pues la imposición no es sinónimo de comunicación.
Marcelo Miranda Loayza
Teólogo, Filósofo y Bloguero