San
Juan Bautista de La Salle decía sobre los educadores: “No deben ser sólo
teóricos sino sembradores de inquietudes con toda el alma. Ser caritativos,
justos, dotados de un gran equilibrio temperamental, celosos en la formación de
sus alumnos, desarrollando sus aptitudes y descubrir el rasgo particular de su
vocación”. Dichas palabras para el siglo XXI podrían incluso pasar como
sobrentendidas, pero para la época en que fueron dichas, llegaron a revolucionar la educación en todos sus ámbitos.
La
obra educativa de la Iglesia Católica, desde entonces, se ha convertido en un
pilar inamovible de la formación escolarizada en todo el mundo, y nuestro país
no es la excepción. En este sentido, se tiene un gran bagaje de obras
educativas, que han venido trabajando incansablemente en la formación integral
de niños, jóvenes y adultos. Surge, de esta manera, una pregunta obligada ¿Para
qué educar? La respuesta no proviene únicamente desde la necesidad imperiosa de
enseñar, nace primordialmente del Evangelio, por ende, enseñar para la iglesia no solamente es enseñar
(valga la redundancia) es también construir,
trascender e innovar, resumiendo, es parte de su misión evangelizadora.
La misión educativa en nuestro país no es nada
fácil, tiene, en muchos casos, un camino quijotesco, pues los molinos son muchos y los educadores pocos (Lucas 10,
1-12), en todo caso, la obra de la Iglesia Católica en favor de la educación en
Bolivia es imprescindible. Las 1.614
obras educativas hablan por sí solas de
ello.
El
Papa Benedicto XVI señalaba lo siguiente:
“Cualquier labor de Educación parece cada vez más ardua y precaria. Por
eso, se habla de una gran ‘emergencia educativa’, de la creciente dificultad
que se encuentra para transmitir a las nuevas generaciones los valores
fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento, dificultad que
existe tanto en la escuela como en la familia, y se puede decir que en todos
los demás organismos que tienen finalidades educativas”. La palabra clara del
Papa Emérito son perfectamente aplicables en la realidad educativa de nuestro
país, pero ¿que valía tendría la búsqueda de lo sencillo? El camino al Gólgota
siempre estará lleno de piedras y caídas, educar sin está premisa no sería educar
en valores y principios. Aún cuando el camino ha sido difícil, la educación
católica en nuestro país ha sabido mantener aquellos valores y principios que
fortalecen la formación de niños y jóvenes para la construcción de una sociedad
más justa y equitativa, por ende, la misión educativa de la Iglesia en nuestro
país también es transformadora.
La
educación integral basada en estos valores, no solo abarca a niños y jóvenes en
edad de escolaridad, pues la misión educativa también es una misión
evangelizadora, es ahí, donde se rescata la importancia primordial de la
familia como núcleo social y como iglesia doméstica. Tampoco debemos olvidar que
la educación católica también es ecológica,
no solo como preservación del medio ambiente, sino también como administración sostenible.
Esto en el sentido de una adecuada
utilización de los recursos naturales, respetando los tiempos ecológicos
necesarios. Resumiendo, también se enseña responsabilidad ambiental.
De
seguro quedan muchas cosas por mejorar, muchos pendientes, pero no cabe la menor duda de la importancia
de la educación católica en nuestro país. Benedicto XVI lo resume de la
siguiente forma: “Educar no ha sido nunca fácil, pero no debemos
rendirnos".
Marcelo
Miranda Loayza
Artículo publicado originalmente el 12 de Julio de 2021 en el matutino El Diario