El mal es básicamente la ausencia del bien.
Para la religión cristiano-católica se relaciona con la idea del pecado,
convirtiendo así el mal en una ofensa directa contra Dios. Ya en pleno siglo 21 la idea del mal
simplemente se ha relativizado, a tal punto, que muchas actitudes, situaciones o
actitudes que, antiguamente eran consideradas como malas, hoy son prácticamente
normales, por lo que no son consideradas como negativas.
Entrar en una discusión filosófica sobre la existencia
del bien y del mal es caer en saco roto,
ya que la sociedad hedonista, en la que nos desenvolvemos se ha esforzado
para que el ser humano vea el dilema del bien y del mal como una simple
discusión casi folklórica y de escasa relevancia. Esto por una simple razón:
una sociedad sin preceptos morales claros es más fácil de engañar, disfrazando
lo malo como bueno y tildando lo bueno como algo malo, o por lo menos anticuado.
Por ello, en este pequeño espacio simplemente tratare de explicar cómo llegó
el mal a penetrar en nuestra sociedad.
El mal tiene dos frentes en los que se desenvuelve
a la perfección, el primero, es el social–individual. En este ámbito el
mal se camufla hábilmente entrando poco a poco
en nuestro diario vivir y, a la vez, va construyendo una cultura casi
institucionalizada de lo maligno, en la cual la maldad se hace latente día tras
día, infectando todo el entorno del ser
humano. En este sentido vivimos en una cultura donde el odio, las guerras, los
regímenes totalitarios (disfrazados de demócratas), etc,
forman parte de nuestro día a día; esto debido a la sutileza en que la
educación y las redes sociales han ido relativizando el mal. Vivir en una
sociedad con estas características trae consigo sintomatologías que antes simplemente
no eran comunes: depresión, soledad, consumo de alcohol y drogas, angustia y
suicidio, etc. Estos son solo algunos de los males que aquejan al individuo
como tal, ya que, al vivir en una sociedad llena de miedos y fobias, hace que
la persona no solo se sienta insegura de si misma, sino que también mire con
desconfianza a todo aquel que le rodea. Un elemento esencial para la inserción
del mal en la sociedad es la
negación de la presencia Dios, ya que una humanidad sin FE es mucho más
fácil de manipular y engañar y, por ende, mucho más sencilla de destruir. Es
por esta razón que existan menos
familias sólidamente constituidas, para la sociedad del siglo 21 la
familia ya no es esencial, es más, si se puede llegar a prescindir de ella,
mucho mejor. Existe otro ámbito donde el mal puede hacerse presente, este se
encuentra ajeno a la realidad y al
tiempo, es decir, no se lo puede percibir, pero no por ello significa que no
está ahí. En contadas ocasiones este mal
puede llegar a hacerse presente en una persona, un objeto o un lugar determinado; en caso de que esto
suceda la percepción espacio-tiempo se ve seriamente comprometida. El objetivo
de este ataque frontal del mal es el mismo: destruir el corazón y el alma del
ser humano. A estas concentraciones del mal se les suele llamar “posesiones
demoníacas” o "lugares embrujados". Existen algunas
características propias que se dan en estos casos que hacen que se pueda determinar si existe o no una posesión demoníaca, en primer lugar la
repentina sensación de olores fétidos y nauseabundos que antes simplemente no
existían, ruidos y perdidas de objetos cotidianos (llaves, dinero, etc.), los
cuales desaparecen en un lapso de tiempo determinado, para volver a
aparecer en lugares inverosímiles, cambios bruscos de personalidad, que van
desde una depresión profunda hasta ataques violentos de ansiedad o ira; el
repudio a objetos religiosos (crucifijos, agua bendita, sacramentales, etc) es
también una señal clara de posesión. El objetivo principal del mal viene a ser
siempre el mismo: destruir la familia como base de la sociedad.
El mal, como vemos actúa directa o indirectamente
dentro de nuestra sociedad. Se disfraza con
palabras bonitas y seductoras. El demonio es un "engañador" por
excelencia, cuyo único afán es destruir al ser humano, para ello, jamás va a
escatimar esfuerzos para destruirlo. ¿Qué hacer ante esto? Lo único que se
necesita para alejar al mal, es la Fe en el amor de Dios. Es por ello, que una vida de oración ahuyenta
al maligno, ya que donde esta Dios, el mal simplemente no tiene cabida. (Efesios 6:11)
Es tiempo de empezar a orar por nuestras
familias y por nuestro país.
Artículo publicado originalmente el 19 de junio de 2021 en El Matutino El Diario
Marce Miranda Loayza