Hace más de dos mil quinientos años el profeta Isaías señalaba que una doncella quedaría encinta, la cual daría un hijo varón, que llevaría el nombre de Emmanuel, que significa Dios con nosotros (Isaías 7:14), con el nacimiento de Jesús esta promesa se cumplió, por ende la espera termino en la encarnación del Hijo de Dios.
Dos mil y pico años después volvemos a seguir en espera, ¿pero en espera de qué?, los medios de comunicación han ido mellando el verdadero sentido del adviento, poco a poco los iconos y símbolos mediáticos propios de la época pusieron de lado y hasta en el olvido la figura prometida por Dios en la boca del profeta Isaías, dejando así de ser una conmemoración espiritual y de Fe, para convertirse en una fiesta de regalos, bailes y champán, es por este motivo que el adviento, esta espera, ya no llena la expectativa del corazón humano, vivimos en la misma angustia que hace 2.500 años, cuando el profeta Isaías profetizaba la llegada del Mesías prometido de Dios, seguimos esperando a ese Mesías que de un plumazo cambie todo lo malo y borre todos los sufrimientos e injusticias.
Adviento es el tiempo de espera, eso si, pero también tiene que ser sin duda alguna un tiempo de cambio, de solidaridad, de trabajo por la igualdad y la justicia, de la compasión y de la acción por los mas necesitados, eso es y debe ser el adviento; no hay que olvidarse que la promesa de Dios ya se plasmó en la persona de Jesucristo, por lo tanto El Creador ya cumplió con su parte, se dio a sí mismo en Jesús, se hizo uno de nosotros, para después sacrificarse por nuestra salvación, ahora es nuestro turno de responder a ese amor incondicional, ¿y como lo hacemos?, pues aunque suene simple, es muy complicado, se le responde con amor, ese amor que no se calla y que no puede permanecer inerte e inmóvil, sino mas bien que nos motiva, nos lleva y nos obliga a cambiar las injusticias y las desigualdades, aunque en el proceso muchas veces se ponga la propia vida en juego, ese amor que cambia realidades, que no busca reconocimiento y se sacrifica a sí mismo.
Es justamente ese amor de adviento, que nos llama a esperar, claro que sí, pero también nos obliga a empezar a actuar, sin perder la Fe en el pronto regreso de Jesús, esperándolo con la acción que nos motiva ese amor, sin miedo a darlo todo, incluyendo la vida misma.
Adviento es espera, eso si, pero mientras esperamos con el corazón, empecemos a actuar con El Amor, dejando de lado lo temporal, para poner la mente fija en lo importante y trascendente, solo así en este tiempo dejaremos de lamentarnos por las injusticias, sufrimientos y las desigualdades de nuestra sociedad, para convertirse en tiempo de amor y solidaridad, ambos contestatarios y firmes ante las miserias humanas.
Articulo originalmente publicado el 2 de diciembre de 2020 en el Matutino El Diario
Marcelo Miranda Loayza