Bolivia
decidió, la pregunta esencial en estos momentos no es por qué, sino qué podemos
hacer de ahora en adelante, con ello no quiero decir que caigamos en el
conformismo de no cuestionarnos como sociedad el motivo por el cual se desechó
la lucha de miles de jóvenes que arriesgaron su vida para elevar su voz en
contra de un régimen abusivo, totalitario y corrupto.
Leer
y escuchar a los actores políticos de oposición lavándose las manos y
deslindando responsabilidades por la abultada derrota electoral de octubre da
para pensar en que dichos señores nunca estuvieron a la altura de las
circunstancias, ni los libros ni las gorras sirvieron para construir una
alternativa concreta, tampoco tuvieron efecto alguno los "tweets
intelectuales" ni los sonidos del shofar (trompeta ritual judía). En
resumen, Bolivia no vio en la oposición una verdadera oposición, solo pugnas de
poder que fueron rematadas por un gobierno transitorio plagado de ambición y de
actos de corrupción.
Con
asombro y hasta con incredulidad vimos cómo gran parte del país hizo vista
gorda a comportamientos inaceptables (corrupción, pederastia, etc.) por parte
del ex presidente Morales, pareciera que miles de bolivianos prefieren seguir
viviendo en la profundidad de las sombras de la mítica caverna de Platón, es
decir, prefieren un espejismo, una simulación, antes que la verdad.
“El
dolor del duelo sigue doliendo”, pero no podemos vivir eternamente en el
llanto, urge la construcción de una verdadera alternativa al Movimiento al
Socialismo, dejando de lado el socialismo “light” de Mesa y el egocentrismo
religioso de Camacho, con propuestas claras sobre la importancia del Estado de
Derecho, donde la norma legal sea clara y no sobreabunden leyes que al tratar
de normar todo terminan por normar nada. Necesitamos líderes que propongan sin
miedo y sin tapujos la reducción del aparato estatal, pues mientras más grande
sea éste, más propenso a la corrupción será; necesitamos líderes que denuncien
la burocracia estatal y municipal, verdadero cáncer del emprendedor y que no le
tenga miedo a una reestructuración tributaria y aduanera; necesitamos líderes
que no se achiquen en la hora de hablar de la importancia del libre mercado, como
forma ideal de lucha contra la pobreza; necesitamos líderes alegres, joviales,
intelectuales y emprendedores, que no le tengan miedo al regionalismo (que
siempre va a existir), que no duden ni por un minuto en profesar la separación
real de poderes; necesitamos un líder que no vea con buenos ojos el consumo
indiscriminado de alcohol, del cual emanan tremendos males como la violación,
el feminicidio y la violencia intrafamiliar; necesitamos de un líder serio, que
trabaje por el país, sin convertirse en el gran alcalde de Bolivia, entregando
obras para darse un baño de popularidad. Por último, necesitamos un líder
temeroso de Dios, que sepa que por encima de él se encuentra su Fe y que de su
Fe nace la necesidad de servir al prójimo.
Marcelo
Miranda Loayza
Artículo originalmente publicado el 10 de noviembre de 2020 en el Matutino El Diario.