Las lágrimas de Evo Morales antes de
huir del país pusieron en claro que el mal también es banal, tal como lo
escribió la filósofa alemana de origen judío Hannah Arendt, en su libro
"Eichmann en Jerusalén", en el cual señala que las personas capaces
de cometer grandes males o atrocidades pueden ser gente aparente y
perfectamente «normal», eso sí, con una capacidad muy limitada de autocrítica y
reflexión. Siguiendo esa línea, Morales es una persona "terroríficamente
normal", un peón más dentro de un mal llamado socialismo. En la banalidad
maligna de Evo, la muerte es una simple escalera dentro de la premisa de
obtención de poder.
Los mártires para el socialismo son
muertes útiles para encaramarse en el poder, son muertes necesarias para
supuestamente sensibilizar a la opinión pública mediante una victimización
descarada de su militancia, sensibilización que resulta ser altamente eficaz en
la hora de manipular a la población.
Evo Morales y su militancia no son
ajenos a esta forma de manipulación, de hecho para estos "señores"
mientras más muertes existan en el país, mejor, pues para Evo la vida no es un
valor a defender, lo único que importa es el poder, el dinero y la venganza;
solo de esta manera podemos llegar a entender la tozudez masista del regreso a
clases presenciales, la distribución de audios vía redes sociales,
desinformando a la población, los mensajes incendiarios en radios comunitarias
en el área rural, etc. Morales ve a la muerte de miles bolivianos como una
simple escalera para regresar al poder para así ejecutar su venganza.
El plan masista salta a la vista,
primero generar un clima de desinformación con respecto a la Pandemia del
COVID-19, pues para la banal irreflexión de Morales el generar miles de
enfermos y cientos de muertos es altamente necesario, pues con ello le
resultaría mucho más sencillo descalificar al actual Gobierno Transitorio.
El segundo paso en el plan masista se
centra en la educación, el regreso a las clases de modo presencial es pieza
clave en el plan de Evo Morales, esto por dos puntos, los cuales nada tienen
que ver con la materia educativa; primero generar un descontento social fuerte,
utilizando para ello a la dirigencia del magisterio y segundo, construir un
escenario propicio para las elecciones de septiembre. Es decir, si se pudo
regresar a clases presenciales, ¿por qué no tendrían que haber elecciones?, la
idea es simple y a la vez funesta, a Morales no le interesa los contagios ni
las muertes de jóvenes y niños en el país, lo que le interesa son las
elecciones presidenciales. La vida para los convencidos socialistas es siempre
"sacrificable", si con ello se logra sus fines.
Para terminar, Morales y su militancia
(irreflexiva) están tratando de generar a cualquier precio un clima de
inestabilidad social, movilizando para ello a sus fieles y ciegos seguidores.
El clima de inestabilidad tiene su propósito, generar en la población una
especie de angustia política, para hacernos creer que el MAS es el único
partido capaz de traer paz y salud a la sociedad boliviana. Lastimosamente, en
este en punto el Movimiento al Socialismo goza de una ayuda extra, por así
decirlo, pues tanto políticos en función de gobierno y el Órgano Electoral
Plurinacional en su conjunto bailan al compás de Morales y su alarmante
banalidad. La agenda política en las últimas semanas está siendo manipulada por
el MAS, y por increíble que parezca, el gobierno de transición por una especie
de ingenuidad agravada no puede desmarcarse de ella.
La banalidad de Morales lo hace
"terroríficamente normal", pues en su irreflexión solo sigue al pie
de la letra las premisas del "Foro de Sao Paulo" y del "Grupo de
Puebla". No seamos ingenuos y banales nosotros también, Evo solo quiere
muerte y venganza, la pregunta es ¿lo vamos a permitir?
Marcelo Miranda Loayza