EL PODER ES NECESARIO

DESNATURALIZACIÓN DEL PODER
Cuando el poder es nublado por el éxito y la parafernalia del caudillo el "sano poder" se transforma en un instrumento de opresión y de represión, pues ya no se vela por una administración justa y ecuánime, se prioriza la prebenda, el dinero, la corrupción y el abuso, dando como resultado un ESTADO ROTO en todos sus lineamientos jurídicos y sociales.
Es así, como bien lo señaló el Cardenal Ratzinger, que se hace dificultoso diferenciar entre "el derecho verdadero del derecho aparente", pues este último llega a camuflarse de manera magistral en los distintos espacios de la administración pública y de la administración de justicia, haciéndonos creer que se vive dentro de una máxima idealizada de progreso, justicia y paz, cuando en realidad se vive en un espejismo peligrosamente bien elaborado, es ahí donde la enfermedad del poder se enraizada en todas las estructuras gubernamentales y sociales.
ESTADO QUEBRADO
El ejercicio del poder tiende a tergiversarse cuando el aparato estatal es extremadamente grande, primero porque la delegación de poder no se basa en principios jurídicos o éticos, tiene más un carácter servil o prebendal, el cual abusa de manera indiscriminada su administración y segundo porque al ser el aparato estatal demasiado amplio se hace más difícil una correcta fiscalización del mismo, es así que la enfermedad del poder va carcomiendo como un cáncer todas las instituciones del órgano gubernamental, haciendo metástasis en organizaciones judiciales, civiles, sindicales y hasta educativas. La administración estatal deja de ser eficaz, la corrupción rompe las relaciones entre gobernantes y gobernados generando entre ellos un abismo de incertidumbre, injusticia y desconfianza.
SINTOMATOLOGÍA
Los estados que construyen un aparato estatal de gran envergadura, padecen de una especie de involución, es decir un retroceso filosófico y jurídico marcado, puesto que estás visiones de estado regente, grande y protector hacen que el estado tenga una concepción cuasi "divina" y su líder sea una figura mesiánica, salvadora e insustituible, por ende llegar a pensar en un poder corrupto y avasallador que emana de este tipo de estados es básicamente imposible para los encandilados militantes de este tipo de regímenes.
La enfermedad del poder tiene como sintomatología básica a la corrupción, como cualquier dolencia esta necesita de un cuerpo adecuado para expandirse y afianzarse, en el caso que nos atañe este cuerpo apto es sin duda alguna un estado grande y protector, mientras más grande sea la administración pública, más susceptible es el cuerpo para su contagio.
TRANSMISIÓN Y CONTAGIO
La enfermedad del poder en estados grandes siempre se trasmite de arriba hacia abajo, es decir, resulta imposible que un funcionario de bajo nivel que ejerce de manera inadecuada su insignificante poder e influencia llegue a contagiar a las grandes esferas del aparato estatal, pasa todo lo contrario cuando el mal ejercicio del poder nace y a su vez es ejecutado desde la cima del mismo estado, solo de esta forma el mal se viraliza, el mal ejemplo siempre ejerce su efecto multiplicador.
CONSECUENCIAS
El mal ejercicio del poder y la corrupción que emerge de el llevan al derecho a dejar de tener la fuerza coactiva y coercitiva necesaria para normar los aspectos propios de la administración pública y de la vida en sociedad, básicamente se instrumentaliza la ley para ocultar, socapar y validar actos de corrupción; por otro lado el estado regente y protector con un aparato administrativo grande en su afán de controlar todo termina por no controlar nada; es así que la corrupción se normaliza, la justicia se prostituye y la ética se penaliza.
PREVENCIÓN Y CURA
La reducción del aparato estatal es sin duda el profiláctico ideal, pues el poder se reduce a las normativas necesarias para el mantenimiento de un estado de derecho funcional, las empresas estatales innecesarias deben ser repensadas dando mayor participación a capitales privados, el poder de policía y el poder judicial deben estar debidamente regidos no solo por la normativa vigente, también por una conciencia natural que emane de preceptos éticos y morales, para ello urgen políticas educativas en este sentido en todos los ámbitos de la sociedad civil.
El estado de derecho desmitifica al estado proveedor, la alternancia de poder por ende se convierte en pieza fundamental para la prevención del abuso de poder.
En estados donde la enfermedad del poder está enraizada en todos los ámbitos de la administración pública la única cura posible pasa por la extracción del mal con todo lo que esto conlleva.
CONCLUSIÓN
Si bien los estados proveedores, con un aparato administrativo de gran envergadura han demostrado una y otra vez su incapacidad de hacer frente a la enfermedad del poder, a la corrupción y al abuso de la ley, las personas todavía no pueden o no quieren dejar de creer en un estado mítico salvador, quizás sea necesario empezar a releer la historia dejando de lado el romanticismo socialista, el caudillismo mesiánico y el marxismo cultural imperante para dar paso a una visión liberal, que aunque menos romántica a demostrado ser más eficaz a la hora de controlar el abuso de poder, la corrupción y el prebendalismo.
Marce Miranda Loayza