La vida está llena de situaciones que ponen a prueba nuestra voluntad y nuestra paciencia, el quehacer diario se torna complejo y estresante generando un cúmulo de sentimientos que fluctúan fácilmente entre el amor y el rencor, entre la paciencia y la desesperación es por ello que nuestras actitudes también suelen variar dada la situación o el momento.
Las reacciones o actitudes en determinadas circunstancias no siempre son las más adecuadas, el estrés hace presa del corazón y genera con ello malestar, rabia, envidia, etc, sentimientos que terminan dañando no solo a uno mismo, sino también a terceros, de esta manera poco a poco el mal se apodera del corazón humano ejerciendo así su oscuridad en medio de nuestra humanidad.
Con este panorama pareciera que no existiese esperanza alguna para salvar a nuestra maltrecha humanidad, todo esfuerzo humano por cambiar termina siempre truncado y avasallado por la maldad imperante, pese a ello todavía existe una última esperanza. La oración, sólo en la oración sincera y arrepentida se puede encontrar paz, confort, paciencia y amor y es que DIOS nunca desprecia un corazón arrepentido, es más, lo ensalza y lo abraza.
DIOS siempre recibe al pecador, no importa que tan inocua haya sido su vida o que tan terrible haya sido su pecado, DIOS muestra su AMOR de tal manera que todo aquel que lo invoque de forma sincera y arrepentida encuentra siempre una respuesta de AMOR y de SALVACIÓN, incluso, sabiendo que el corazón humano por sí solo no puede encontrar paz, DIOS sale a nuestro encuentro una y otra vez, invitándonos siempre a la conversión y a su AMOR.
Un corazón arrepentido es aquella perla perdida (Mt 13: 44 - 46), es la moneda extraviada (Lc. 15 8 10), es aquel hijo que vuelve a la casa de su padre (Lc. 15: 11 - 32), es decir, la alegría que se vive en el Reino de Dios por un corazón arrepentido es inmensa.
DIOS es y será siempre nuestra última esperanza y un corazón arrepentido es para EL su gran tesoro.
Marce Miranda Loayza
