CONTEMPLANDO CON MARÍA

María es sin duda el modelo perfecto de la contemplación, en ella esté carisma se hace vida y a la vez silencio, vida en su vientre y silencio en su corazón, contempló a su hijo en aquel pesebre de Belén y también lo contempló en aquella cruz en las afueras de Jerusalén. Seguir el camino de María en la contemplación es entregar todo a DIOS, aún en medio del dolor, por ende confiar y esperar muchas veces en silencio y con el corazón roto.


La entrega total de María para con su hijo si bien implica " ser la esclava del Señor", también tiene pasajes de fortaleza y firmeza,  el Magnificat por ejemplo es sinónimo de FE,   firmeza y templanza,
María contempla también el dolor humano y la injusticia reconociendo a su vez que solo DIOS es capaz de destronar a los poderosos, pues es solo en su justicia donde el humilde encuentra paz y sosiego.

Los pocos pasajes bíblicos que hacen referencia a María siempre se la representa contemplando no solo  a Jesús, también contempla las necesidades humanas, a veces tan simples  como que una boda se quede sin vino, es ahí donde el amor hecho contemplación se transforma en petición, María contempla a Jesús y este devuelve ese amor fijo y sutil en un milagro donde  el agua se convierte en vino.

María también contempla la vida pública de su hijo, sus palabras  y milagros  calan en lo más profundo de su corazón, guarda sus enseñanzas, no las interpela, solo las acepta como verdad infalible de amor, guarda prudente distancia pero jamás deja de contemplar a JESÚS no solo como hijo,  también como al HIJO DE DIOS.

La cruz en María se convierte en la contemplación máxima del sacrificio de Amor, jamás  abandona a JESÚS, los gritos de dolor de su hijo atraviesan el corazón de su madre, pese a ello lo sigue contemplando con AMOR y CONFIANZA ya que en los más profundo de su corazón acongojado sabe que del dolor de su hijo brotará vida eterna.

Contemplar a CRISTO al igual que  María requiere FE, AMOR, HUMILDAD y CONFIANZA, silenciando el "yo interior" para que sea DIOS quién hable y actúe, transformando así la contemplación en eterna intercesión.

Marce Miranda Loayza

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