EL NIÑO JESÚS Y EL TELEFUNKEN


Corría la década de los 80, los primeros recuerdos concretos y claros de mi infancia comenzaban a guardarse en mi mente y en lo más profundo de mi corazón. Uno de los  que atesoro con cariño viene ligado a un tocadiscos y radio de marca Telefunken, adquirido por mi abuelito (Tati) muchos años antes de que yo naciera; en éste escuchaba los discos que me gustaban, desde sambas argentinas hasta trova latinoamericana, la radio de igual manera era mi compañera en tardes de sueños y música.

El color café de la Telefunken sobresalía de bella manera en la sala de mi casa, algunas fotos y adornos retocaban la belleza propia del artefacto, era sin duda la pieza central de la sala, el invitado de honor en cenas, reuniones y cumpleaños.

Ya por el mes de diciembre mi mamá adornaba la casa vistiendola de navidad, el árbol y los adornos navideños suplantaban la solemnidad de la sala, el Telefunken también se vestía de adviento, ya acercándose la Navidad el revestimiento de madera de tan preciado artefacto cedía ante el verde del musgo preparado para la época,  los pastores, las ovejas, el burro y la vaca suplían la platería y las fotos de familia. María, José y el Niño Jesús tenían para si el lugar honorífico, flanqueado por los Reyes Magos, todos alumbrados por los foquitos navideños que parpadeaban entre colores y velas, el Niño Jesús nacía así en mi casa, ver a mi mamá afanada en armar el nacimiento emocionaba mi alma y alegraba mi espíritu.

Con el pasar de los años el Telefunken siguió envejeciendo a la par nuestra, el tocadiscos dejo de funcionar y la radio solo captaba frecuencia AM,  pero siempre rejuvenecía en Navidad con el Niño Jesús y sus luces parpadeando, en diciembre el Telefunken lucia sus mejores galas.

El tiempo como siempre compañero y verdugo fue haciendo de las suyas, se llevó a mis abuelitos y a mis tíos. Todos crecimos, la casa de mi familia en el viejo barrio de Sopocachi se convirtió en oficinas, los niños se convirtieron en adultos y los adultos en abuelos.

Los muebles de aquella sala de Sopocachi fueron vendidos o regalados, pero el Telefunken permaneció en mi familia, lo tenía en mi cuarto con una computadora encima, ya no cabía en la sala, el Niño Jesús ya no "nacía" allí,  hasta que con esas vueltas de la vida conocí a una mujer maravillosa y hermosa, el amor nació y en Dios nos unimos y casamos, el  Telefunken volvió a ser parte esencial de la sala, esta vez de nuestra propia sala, el Niño Jesús volvió a "nacer" en el Telefunken,  si bien la radio y el tocadiscos siguen al pie del cañón es en Navidad cuando el Telefunken regresa a mi infancia y se viste de gala para acoger El Belén. Mi esposita y yo llenos de emoción armamos el Nacimiento y  el Niño Jesús vuelve a engalanar aquel antiguo tocadiscos y  a su vez alumbrar no solo la sala de nuestra casita sino también el pesebre de  nuestros corazones.

Jesús hace nuevas todas las cosas, desde pequeñeces como el Telefunken hasta lo eterno y precioso como el corazón humano.






Marce Miranda Loayza


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