Una vida sin heridas termina siendo una vida vacía, pues las cicatrices que dejan las heridas en el corazón son el recordatorio intrínseco del amor, el cual siempre florece en medio del dolor.
En todo caso es siempre necesario cerrar ciclos, curar heridas y sanar el corazón, obviamente esto no significa que por cada herida no quede una cicatriz que de vez en cuando moleste un poco recordándonos que si bien las heridas sanan, solo DIOS nos puede dar calma.
Sanar las heridas no significa olvidar ya que del dolor también se aprende, las cicatrices nos enseñan que a pesar de todo el dolor y sufrimiento no hay herida que no pueda ser sanada y no hay dolor que no pueda ser superado.
El ungüento esencial para curar las heridas del alma es sin duda alguna la oración, solo en ella podemos encontrar calma en el dolor, si bien el tiempo hace lo suyo en lo que concierne a la cicatrización, solo la oración tiene la capacidad de aliviar el dolor, esto por una simple razón, la oración es el ungüento de DIOS, nos cubre las heridas y aliviana el dolor.
Cerrar ciclos, levantarse de las caídas, superar la pérdida de un ser querido, etc., es esencial para vivir en armonía con DIOS y con uno mismo, sanar heridas forma parte de vivir, de crecer y de creer, aunque la etapa de cicatrización sea dura, el sanar heridas al final nos llena de paz y sabiduría.
Acostumbrarse al dolor deja las heridas abiertas, hace que el corazón humano se aferre al sufrimiento como si este fuese una droga de la cual dependiera su latir y existir, el dolor paraliza el alma, la llena de miedo e incertidumbres, la encadena al sufrimiento viviendo así en una eterna angustia, es por ello que el sanar las heridas se hace urgente y necesario para que el vivir no sea un simple sobrevivir.
No existen receta única para sanar las heridas del corazón, pues cada quien tiene su propio tiempo de luto, pero no por ello se debe llegar a asimilar el dolor como algo normal, en esto hay que ser claros, el único que nos puede ayudar es DIOS, pues EL conoce a la perfección al corazón humano, es por ello que la oración es el ungüento del alma que nos regala DIOS, usemosla siempre, pues en ella encontraremos consuelo y fortaleza para sanar heridas y para que las cicatrices y recuerdos sean solo enseñanzas de una vida que camina en amor y hacia DIOS.
Marce Miranda Loayza