El tiempo constituye para la sociedad del siglo 21 en un recurso más para generar riqueza, tener un momento de ocio, hacer deporte o simplemente no hacer nada, cada quien organiza su tiempo según sus intereses, en este sentido el ser humano se cree dueño de su tiempo.
La vida transcurre entre nubarrones y sonrisas, pues no existe luz sin un poco de oscuridad, ambos extremos se desenvuelven en medio del tiempo, cada quien en su historia particular vive momentos de luz y de sombra en los cuales el ser humano tiene la capacidad de transformar instantes que pudieran ser irrelevantes o dolorosos en momentos inolvidables llenos de paz y calor, o también puede utilizar sus dones para destruir y llenar de oscuridad su tiempo y espacio.
Lo que hagamos con el tiempo que se nos da depende únicamente de nosotros, es nuestro regalo y nuestra opción, lo único que debemos tener bien en claro es que DIOS fue y es el creador del tiempo, por ende es perfecto y alcanza para todo, para ser feliz, para llorar, para reír, cantar y también para sufrir.
Si miramos con detenimiento lo que hicimos con nuestro tiempo veremos que a pesar de nuestros esfuerzos no todo salió como lo planeábamos, que en la vida existen situaciones que no se pueden controlar, la vida si bien es tiempo, también son decisiones y estas últimas pueden ser tomadas por capricho propio o impulsadas por la oración a DIOS.
Si bien la vida es nuestra, el tiempo es de DIOS, por lo tanto a pesar de nuestros esfuerzos solo en el encuentro con NUESTRO CREADOR el tiempo y nuestra vida pueden alcanzar la plenitud y la trascendencia, es justamente en ese encuentro donde la Fe y la Razón nos llevan a una vida plena, en oración y hacia DIOS el tiempo deja de ser un cronómetro para marcarnos nuestro final para convertirse en eternidad, esperanza y AMOR.
Marce Miranda Loayza