Cortarse la piel es para muchos jóvenes y adolecentes el último recurso que les queda para descargar todo el dolor, rabia y frustración que llevan consigo, el estrés de ser jóvenes en una sociedad que desprecia al joven es un yugo del cual muchos chicos y chicas simplemente no pueden salir, el éxito y el dinero no son ya la consecuencia del esfuerzo, son objetivos que se deben cumplir a como de lugar, por ende el joven tiene que adecuarse a las reglas de juego de una sociedad depredadora y abusiva.
El resquebrajamiento de la familia, donde los cónyuges velan primero por sus intereses particulares antes que la unión familiar constituye un verdadero caldo de cultivo para el estrés o la depresión de los hijos y estos al verse solos no encuentran una salida adecuada a toda la frustración que llevan consigo.
La práctica de cortarse la piel para descargar sentimientos de dolor, frustración o soledad dejan marcas profundas no solo en la piel, también en el corazón del joven, pues caen en cuenta que su soledad y dolor no es escuchado, las cicatrices más profundas quedan en el alma, ahí donde nadie las puede ver.
El dolor físico alivia de manera momentánea el sufrimiento interior, donde el corazón del joven se resquebraja, los gritos del alma quedan silenciados en medio de la nada, mientras que nuestra sociedad vacía de DIOS hace oídos sordos al dolor y al sufrimiento.
El cortar la piel para desgarrar el dolor no corta el sufrimiento, este permanece oculto entre las cicatrices del cuerpo y del alma, acechando la vida para terminar silenciandola en medio de una sociedad que también guarda silencio.
Solo JESÚS entiende el sufrimiento en toda su extensión, por ende solo EL puede curarlo lavando las cicatrices del corazón y del alma, no dejen que esta sociedad materialista y banal les arrebate su VOZ y su AMOR, ya que mientras todos callan EL sigue elevando su voz diciéndonos LEVÁNTATE Y CAMINA.
Marce Miranda Loayza