
La locura de la Cruz va a seguir siendo un misterio para los corazones frívolos que siguen buscando a un Dios poderoso, vengativo, el cual de un solo plumazo es capaz de hacer desaparecer la maldad y el pecado castigando a todo aquel que se ose contradecirlo. Esta visión de Dios-poder-venganza lleva a muchos creyentes a renegar de la Cruz para centrarse en un Dios lejano, abstracto, castigador y victorioso.
La locura de la Cruz nos enseña justamente todo lo contrario, nos muestra a un Dios humilde, cercano y misericordioso que en su sacrificio de la Cruz nos enseña que no hay amor más grande que el que da la vida por los demás, la derrota de la cruz se transforma en victoria y en vida, dejando de lado con ello el falso triunfalismo del Mesías guerrero, lejano y vengativo.
La Cruz nos revela la grandeza y la misericordia de Dios, sin ella no podríamos alcanzar la gracia de la Vida eterna, es más sin ella no entenderíamos nuestra propia vida, en la Cruz se encierra el amor perfecto y el amor eterno de Dios hacia nosotros.
21 siglos después la locura de la Cruz sigue siendo incomprensible para una humanidad centrada en si misma, pero a la vez sigue siendo tan actual y necesaria, solo tenemos que dejarnos salvar por ella.
Marce Miranda Loayza