ARJONA, FRANKFURT Y LA CONTRACULTURA
La carrera musical del cantautor guatemalteco ha estado siempre en el ojo público. Amado y odiado casi a la par, sus detractores lo tildan de forzar rimas hasta más no poder, no obstante sus millones de fans sostienen que en sus letras encuentran verdaderas obras filosóficas. En todo caso, la popularidad de Arjona en la última década pasó de estar en la palestra de las galas musicales a convertirse en un autor de culto, casi "underground", lo cual nos lleva a preguntarnos sobre el camino que está recorriendo la cultura popular en Latinoamérica.
La cultura entendida como "el conjunto de saberes, creencias y pautas de un grupo social" está en constante cambio. La sociedad está siempre en movimiento, y la cultura también sigue ese paso. Ahora bien, cabe la pregunta ¿estos cambios son intrínsecamente buenos?, a priori resulta extremadamente fácil tildar a la cultura actual como burda y vacía. Regresando al ejemplo de inicio, Arjona que en la década de los noventa era tenido como un hacedor de rimas simplonas, hoy es considerado un cantautor de culto, reservado solo para altas esferas intelectuales. El problema nace, a mi parecer, de un hedonismo simplón, donde la inmediatez (en todos los ámbitos) vale más que el conocimiento empírico. Mario Vargas Llosa lo exponía de forma sencilla: "los jóvenes de hoy no desprecian la cultura, porque ni siquiera se han enterado de que existe", el filósofo argentino - boliviano H.C.F. Mansilla escribía: "los jóvenes de hoy prefieren asuntos menos controvertidos, el resto -la cultura propiamente dicha, el ancho mundo, la ética social y el destino del planeta- les es indiferente. Según estos preceptos pareciera que no hay marcha atrás, la cultura occidental se encuentra en una severa crisis de identidad, crisis avivada por un bombardeo contracultural; desde la música basura que emana del reguetón hasta la deconstrucción del concepto de familia, todo ello forma parte de un proceso en contra de la cultura, los valores y la familia.
Antonio Gramsci, filósofo marxista de nacionalidad italiana señalaba que el verdadero enemigo del proletariado es la hegemonía cultural que proviene de la estructuras dominantes como ser la educación, la iglesia católica y los medios de comunicación; por ende, deben ser controlados y acallados, o en todo caso desprestigiados. No es casualidad el bombardeo mediático al cual somos sometidos día tras día, trate de "deconstruir" la cultura occidental para así formar una masa mediocre donde todo vale, menos lo cristiano.
El uso de la razón para los defensores de estas nuevas corrientes ideológicas simplemente es inadmisible, pues lo políticamente correcto no es pensar, es aceptar, seguir y no contrariar. Para generar este tipo de reacciones los medios de comunicación, las redes sociales y los "colectivos" de defensa de los DDHH juegan un papel fundamental en la promoción de estas ideologías.
Lastimosamente, las nuevas generaciones están tomando como verdad absoluta la descalificación de la vida y la desnaturalización de la esencia humana, creyendo que con ello se garantiza el respeto, los Derechos Humanos y la inclusión social. Cualquier voz contraria es vista como sinónimo de fanatismo religioso o de discriminación. Ser políticamente correcto resulta mucho más sencillo, aplaudido y aceptado.
El desafío resulta más amplio y tortuoso para todos los que deciden reflexionar antes de aceptar sin preguntar. Ser políticamente incorrecto en estos días puede traer consigo intolerancia, insultos y hasta amenazas. En todo caso, considero más beneficioso pensar, reflexionar y discernir antes que simplemente aceptar como "bueno" y "moderno" todo lo que se nos presenta como avance político, social y cultural. Al parecer la Escuela de Frankfurt lo está logrando; todo lo ético y estético está siendo cuestionado, ya ni Arjona se salva (léase con cierta ironía), quizás sea necesario ver con ojos de desconfianza todo lo que resulta popular y dulzón. Al final del día unos minutos de reflexión pueden hacer la diferencia entre la luz y la oscuridad.
Marcelo Miranda Loayza
Teólogo y Bloguero