LA ENFERMEDAD DE LA ÉTICA Y LA MORAL

Kierkegaard entendía a la desesperación como la enfermedad mortal del ser humano, la cual a su vez desemboca en el pecado, el no creyente, continua Kierkegaard, al no conocer en definitiva dicha enfermedad se desespera y se espanta por "pequeñeces" temporales y hasta mundanas.

El hombre del siglo XXI con el avance de las ciencias y de la comunicación ha dejado de darle importancia al pecado como fenómeno que carcome el alma, el "no creyente" se ha convertido en un ser más pasivo que relativiza todo aquello que pueda llegar a cuestionar su actuar, curiosamente aún sigue “desesperándose”, pues esta sintomatología es netamente espiritual, por ello siempre sera inmanente al ser humano.

La desesperación se presenta en la pobreza espiritual, pero al no ser entendida como fenómeno previo al pecado se convierte en un sentimiento netamente personalísimo, por ende perfectamente saciable sin restricciones o valores, el pecado se convierte en necesidad, pues solo mediante el se llega a saciar la desesperación casi adictiva por los placeres.

Vivir con bases éticas  es el fundamento de la vida misma, para Kierkegaard  la ética aplicada a la existencia, funda tanto una relación positiva con uno mismo, así como una relación positiva con los demás, básicamente se encuentra en paz tanto en su interior como en sociedad, pues vivir éticamente es sin duda una forma superior de existencia, esta forma “positiva” de entender y de vivir ha quedado supeditada para la corriente relativista al conocimiento, a los vínculos y al contexto, por ende el “absoluto ético” deja de tener peso moral y es suplantado por la subjetividad del pensamiento actual.

Esta subordinación de lo ético hacia la subjetividad del pensamiento el mismo que emerge de circunstancias específicas en contextos y tiempos deja sin duda alguna mal parada a la ética y a la moral, ya no existe la llamada concepción exterior del deber, se prioriza la individualidad antes que la colectividad, la relación entre ambos estados queda truncada, de esta forma la conciencia moral se ve afectada en su relación con el prójimo y con las normas legales que sostienen el desenvolvimiento de la vida en sociedad. La motivación moral ya no construye adhesión, en todo caso el efecto es notoriamente contrario, es decir da como resultado cierta repulsión a preceptos éticos absolutos, pues van en contraposición a la subjetividad y a lo relativo.

Todo lo mencionado vienen a ser  simples sintomatologías de un “MAL MORAL” complejo y viral que viene desordenando las relaciones humanas en todos sus ámbitos, lo intrínsecamente malo ha dejado de serlo, se valora el desorden por encima de la norma, se  amenaza severamente los cimientos éticos y religiosos de la convivencia en sociedad para suplantarla por una visión peligrosamente subjetiva.

La disponibilidad de lo ético y lo moral siguen estando presentes en la vida del ser humano, pues el espíritu jamás llegara a cerrarse totalmente a estas realidades, la enfermedad moral podrá derrumbar sociedades enteras, pero la realidad eterna de lo espiritual siempre seguirá dispuesta a escuchar y a obrar

Marce Miranda Loayza

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