UNA SOCIEDAD ENFERMA



No pasa un solo día sin que nos encontremos con noticias horrendas ligadas al descontrol en el que se desenvuelve nuestra sociedad. Asesinatos, violaciones, secuestros,  son el pan nuestro de cada día. Lo curioso de todo esto,  es que pareciera que poco a poco nos hemos acostumbrado a ello, es decir, a desenvolvernos en medio de una sociedad enferma.


En este ambiente oscuro, donde la gente honesta vive entre rejas y los amantes de la maldad se desenvuelven tranquilamente en las calles, el ser humano trata de  buscar respuestas a esta coyuntura de violencia y horror, y al no poder encontrarlas busca infructuosamente culpables. Obviamente en esta búsqueda omite cuestionase a sí mismo, pues prefiere verse  como una víctima más,  es por ello que en su afán acusatorio encuentra responsables  en la religión, en la fe, y por último, en Dios.


A lo largo de la historia el ser humano ha  sentado en el banquillo de los acusados a todo aquel que esté relacionado con lo trascendente; en este sentido, el incremento en el número de violaciones y feminicidios  es culpa del Cristianismo y sus preceptos morales; si hay un incremento en el número de divorcios es culpa del matrimonio religioso; la culpa de que se incrementes los embarazos no deseados entre jóvenes de 13 a 18 años es culpa de la  moral  católica; el hambre y la pobreza es también culpa del cristianismo…  y así, sucesivamente podríamos enumerar un sin fin de argumentos los cuales tienden a culpar a la religión y sus instituciones. Dios tampoco se salva, se lo acusa de ser culpable de guerras, terremotos, genocidios, incendios, pandemias, machismos, etc.


Definitivamente resulta más fácil culpar a Dios de las tragedias humanas, tragedias  que el mismo hombre se ha encargado de producir. La humanidad prefiere desentenderse de lo divino  desligándose así de cualquier precepto ético y moral, prefiriere  construir su propia religión o creencia a la “medida”, con un dios  menos exigente y más comprensivo, liberándose así de cualquier canon moral.


Con esta visión tan ceñida  contra  la Fe y la Religión simplemente se ha preferido sacar a Dios de la vida del ser humano, incluso  mediante decretos y leyes. Consecuencia de ello la educación dependiente del Estado ya no se basa en valores y preceptos religiosos, sino más bien en fundamentos laicistas y hedonistas. Lo curioso es que a pesar de haber tratado de sacar la Fe de la sociedad los males nombrados con anterioridad siguen presentes con más fuerza y vehemencia.


Lo sucedido con el joven Anakin Tankara nos tiene que llamar profundamente a la reflexión; los preceptos morales debieran crecer paralelamente con los avances tecnológicos, pero esto no sucede así. Nos estamos estancando como sociedad en una espiral de violencia que pareciera que se va saliendo de control. Una justicia politizada tampoco ayuda para generar confianza en las instituciones llamadas a salvaguardar el Estado de Derecho: El “metele nomás” ya se ha vuelto norma, la violencia ley, y la impunidad característica de nuestro diario vivir.


Si la Fe retrocede, indefectiblemente, el mal avanza.
 
Marce Miranda Loayza

Artículo publicado originalmente el 5 de septiembre de 2021 en el Matutino El Diario


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