El llamado socialismo del siglo XXI recopiló a lo largo de casi dos décadas las viejas mañas del nacional socialismo alemán y del comunismo soviético, construyendo con ello una ideología basada en una especie de espejismo engañoso que a la larga se convierte en un despertar tortuoso.
Tanto el nacional socialismo alemán como el comunismo soviético necesitaron de líderes carismáticos y caudillos capaces de atraer a millones de personas mediante discursos encendidos repletos de alegorías nacionalistas, culpando siempre a terceros de los males del país,
para los NAZIS los culpables de toda la desgracia alemana eran los judíos, para el comunismo soviético era el capitalismo occidental y para el socialismo del siglo XXI es el imperio.
para los NAZIS los culpables de toda la desgracia alemana eran los judíos, para el comunismo soviético era el capitalismo occidental y para el socialismo del siglo XXI es el imperio.
La ilusión socialista nunca traspaso el tintero, su aplicación como modelo viable de sociedad fracaso rotundamente en todos y cada uno de sus intentos, los Estados dadivosos de los sueños de Marx siempre terminaron en regímenes autoritarios y totalitarios llevando al límite el descalabro económico, repartiendo lo que no se tiene y controlando lo que no se debe.
Para mantener esta ilusión el socialismo requiere desenvolverse en medio de una hegemonía política partidaria para así evitar cualquier cuestionamiento que ponga en tela de juicio el accionar de estos regímenes, el socialismo siempre requiere de una sociedad encandilada y adormecida para así llevar a cabo sus distintas políticas públicas, muchas de ellas destinadas al control total de los recursos, empresas, medios de comunicación, etc,. Controlar todo es la meta final del socialismo aunque para ello se tenga que sacrificar todos los derechos y las libertades individuales.
El socialismo es autoritario y totalitario por antonomasia, sin estos dos elementos su aparato estatal se siente inseguro, pues en un adecuado estado de derecho la ficción socialista no encuentra asidero para sus espejismos y mentiras, por ende el socialismo es en definitiva más político que social, no reconoce los valores éticos occidentales como guía de comportamiento ya que una sociedad sin moral y sin Dios es mucho más fácil de engañar y manipular, la conjunción de todo lo mencionado en esta pequeña reflexión da como resultado naciones sumergidas en la tiranía y la miseria.
El sistema socialista esta predispuesto al fracaso, esto debido a las inconsistencias y limitaciones que arrastran desde su concepción, pese a ello a sabido disfrazar sus incoherencias con promesas de riqueza, las cuales obviamente nunca llegan, el sueño socialista siempre termina en una pesadilla totalitaria, donde el despertar acarrea descalabros económicos y convulsiones sociales. El socialismo en su empeño de querer acaparar todo abre las puertas de par en par a una corrupción generalizada que con el paso del tiempo se vuelve incontrolable, dicho modelo solo termina succionando como parásito todo lo que puede, en este sentido el romanticismo socialista nos muestra su verdadera cara de corrupción y de engaño.
No existen buenos augurios para un estado socialista, Venezuela y Nicaragua son solo pequeñas muestras de la inviabilidad de este modelo que siempre estuvo en crisis y que siempre culpara a terceros de sus miserias y mentiras.
Marce Miranda Loayza