Una de las tantas consecuencias
del uso frecuente de las redes sociales es, ni duda cabe, la falta de
interacción entre los usuarios de las mismas, ya que poner una carita triste o
una sonrisa con un “me siento…” no es exactamente la forma más apropiada de
interactuar en sociedad, pese a ello tenemos a dos generaciones que expresan
todo tipo de pensamientos, sentimientos, temores, tristezas y frustraciones
mediante las redes sociales, esto no conlleva nada malo en si mismo puesto que
muchos encuentran en estos espacios una extensión de su propia personalidad o
como una palestra para hacer escuchar su voz.
Lo llamativo de esto es que poco
a poco vemos a una sociedad sumergida en las redes sociales, con miles de
amigos o seguidores en sus sitios webs pero a la vez inmersa en la más profunda de las soledades, donde hablar y compartir ya no son
necesarios, coexistimos en una sociedad que vive con miedo y del miedo, donde
es preferible quedarse en la “seguridad” de una computadora o un celular antes
de arriesgarse a salir al encuentro del otro, del prójimo.
Cuando una persona pasa por
momentos difíciles en su vida como ser: perdidas de algún ser querido, rupturas
amorosas, problemas laborales, etc., lo primero que hace es buscar a su circulo
cercano, familiar o de amigos para expresar sus sentimientos y pesares y de
esta manera desahogarse del conflicto o la carga que puede llegar a tener en su
corazón, esto se da porque aquellas personas del circulo intimo son capaces de
guardar prudente silencio y también brindar sabios consejos.
Estos pasos de catarsis emocional
tienen su razón de ser, ya que mediante este proceso de sana interacción
emocional de escuchar, hablar, aconsejar y volver a escuchar es donde el ser
humano puede mostrarse totalmente vulnerable sin reproches o intimidaciones, es
ahí donde realmente se desahoga de sus cargas emocionales y construye empatía,
es ahí donde somos reconocidos como verdaderos seres humanos por el prójimo,
solo de esta manera es que podemos llamarnos seres sociales, lamentablemente
este proceso poco a poco se ve truncado por la irrupción de la redes sociales
que si bien simplifican la comunicación entre sus usuarios a la vez también los
alejan, esta rara paradoja se debe a que la mencionada simplificación de la
comunicación también trajo consigo una simplificación de la expresión, hablar
ahora es sinónimo de “chatear” cosa que no es lo mismo ya que el ser humano
necesita desesperadamente a alguien que los escuche y escuchar implica varias
cosas, no solo oír, sino también mirar y descifrar expresiones faciales, de ojos, etc., escuchar es mucho más que ver una simple
carita triste enviada al chat, pese a ello nos encontramos con casi dos
generaciones que se expresan casi en su totalidad mediante las redes sociales,
lo triste es que sus penas, dolores y tristezas al ser encasilladas en un
“estado” de Facebook o de WhatsApp no construyen empatía ni asertividad,
solamente generan pena y la pena desaparece al apagarse la computadora o al
desactivar el celular, la pena no construye acción ya que es inerte y tiende a
atenuarse con el paso del tiempo.
Desahogarse en las redes sociales
no funciona como desahogo, pero si genera una especia de comportamiento compulsivo
de hacer saber a todos sus “amigos” o “seguidores” que se sienten mal, que
están tristes y que se sienten solos, la necesidad de expresar sus pesares en
las redes sociales poco a poco se vuelve casi adictivo, ya no se busca un
desahogo emocional, por el simple hecho que mediante las redes sociales no se
puede lograr esto, solo buscan dar pena o llamar la atención, o buscar un
simple “like” a sus publicaciones, sin darse cuenta construyen un
comportamiento obsesivo compulsivo de quejarse y quejarse lo cual conlleva la
construcción de una especie de coraza alrededor de uno mismo la cual impide que
otro pueda entrar a su vida.
El dolor, la tristeza, la
desesperación son sentimientos comunes y típicos que acompañan a la humanidad
desde un principio, estos aunque a veces parecen destructivos tienen su razón
de ser y es que mediante estos alcanzamos lo que llamamos madures y temple, sin
estos no podríamos realizarnos como seres humanos, pero para lograr ello es
necesario la compañía cercana del prójimo, del otro, del familiar o amigo que
escuche y comprenda lo que sentimos y anhelamos, las redes sociales por muy
eficaces que sean a nivel de comunicación jamás podrán remplazar el exquisito
arte de escuchar y de hablar.
El que tenga oídos que se ponga a
escuchar y que deje de chatear……